Una mujer desnuda, con un cepillo en la mano se peina su larga cabellera de manera agresiva. Sufre. No deja de repetir la frase: “el arte debe ser bello, el artista debe ser bello”. Su voz delata dolor. Es Marina Abramovic (Belgrado, 1946) la artista europea más influyente de los últimos diez años y la mejor performer de la historia. Una creadora oscura, crápula, tétrica, noctámbula y con tendencia al masoquismo. Hasta el 2 de junio La Fábrica Galería de Madrid recoge en Selected Early Works, fotografías y vídeos de sus famosas performances, para empaparse del infernal y visceral mundo de Abramovic.
Marina lleva toda su carrera artística explorando las limitaciones físicas y mentales del cuerpo, los sonidos de las puñaladas. “Una vez que entras en el estado de performance puedes empujar a tu cuerpo a hacer cosas que en condiciones normales jamás harías”, afirmó en 1975 cuando presentó su polémica creación Rhythm 10, donde jugaba con 20 cuchillos y dos grabadoras como una ruleta rusa.
Abramovic es una artista global, y su mayor performance, al menos la más mediática y musical se puede ver a partir del 11 de abril, en el Teatro Real, de Madrid. Vida y muerte de Marina Abramovic, creada junto al director de escena Robert Wilson, con música de Antony (líder de Antony and the Johnsons) y William Basinski. Es una ópera dramática que, además de la propia Marina, también sube a escena al actor Willem Dafoe y al mismo Antony. Ver esta ópera es contemplar el futuro del arte, la mayor complejidad creativa de una artista. “Cada vez que hago una obra, parto del mismo principio: renunciar por completo al control”, y aquí Abramovic ha sobrepasado los límites.
( Fuente : Rolling Stones.es )
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